Da algo de tristeza ver cuanta gente se resigna a aceptar lo que pase, sin hacer algo para que las cosas se den como quiere que se den.
No hay ningún motivo para pensar que la resignación es la única opción que se tiene, siempre hay algo que hacer para lograr que las cosas se den en nuestro favor. Es cierto que se requiere un esfuerzo para lograr nuestras metas, pero es esfuerzo vale la pena para que los resultados sean aquellos que queremos.
Pensar que las cosas no pueden ser diferentes, es derrotarse a uno mismo antes de siquiera ver cuales son las opciones a nuestra disposición. Cualquier meta que nos propongamos es realizable, solo requiere que trabajemos de forma adecuada para llegar a realizarla. Todo es cuestión de tiempo y esfuerzo, si lo invertimos en trabajar en llegar a nuestra meta no hay duda de que llegaremos a ella.
La pregunta no es sí se puede lograr, más bien es sí estamos dispuestos a pagar el precio de llegar a la meta. En otras palabras, si realmente vale la pena que nos esforcemos en lograrlo.
Hay que ver si el costo-beneficio es el adecuado para nuestros intereses.
Si llegamos a la conclusión de que vale la pena, todo esfuerzo para lograr llegar a la meta valdrá la pena. La recompensa realmente estará al final del trayecto, y todo esfuerzo realizado no sera en vano.
Lo importante es no rendirse hasta no haber agotado todas las opciones, y hacer todo lo necesario para lograr llegar a nuestra meta. De igual manera, estar al pendiente de los costos a pagar.
En el momento en que los costos se vuelvan demasiado altos, no siempre es hora de rendirse. Puede ser que sea hora de cambiar de enfoque, de continuar la lucha de otro modo. Sobretodo, no perder de vista la meta para siempre estar cocientes de lo que nos falta para llegar.
El fin no justifica los medios, pero los medios justifican al fin.
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