Las personas, y sus necesidades, van evolucionando con el tiempo y de igual forma la manera que se relaciona con su entorno. Debido a esto, las ciudades se tienen que ir adaptando a estos cambios para poder otorgar una calidad de vida adecuada a sus habitantes.
Sí una ciudad no logra satisfacer las necesidades de sus habitantes, está destinada a morir. La clave para mantener una ciudad viva, no esta en concentrarse en construir las infraestructura para las necesidades actuales. La infraestructura que cubra las necesidades actuales debe de ser mantenida, o adaptada cuando sea necesario.
Todo proyecto de infraestructura que se planee, tiene que tomar en cuenta las necesidades futura. Ya que el tiempo que lleva completar muchos de estos proyectos es tal, que su vida útil si solo se considera el presente se ve reducida substancialmente sí no se proyecta a futuro.
Las ciudades tienen que balancear el presente con el futuro, de otra manera estas morirán al perder a sus habitantes. Una ciudad nunca será la misma en el tiempo, ya que tiene que ir cambiando conforme las necesidades de la gente que viven en ella van cambiando.
La ciudad es el reflejo de quienes viven en ella, y representa los valores comunes de sus habitantes. Lo que pasa en ella es el resultado de quehacer diario de quienes la llaman hogar, con sus virtudes y vicios propios. La gente es quien va dictando como va cambiando, ya que la gente le va dando forma día con día.
La salud de las ciudades depende de la gente que vive en ellas, y la salud de la gente depende de que la ciudad en la que viva tenga lo necesario para que tenga una buena calidad de vida. Entre mejor sea la infraestructura de las ciudades, mejor será la calidad de vida de la gente que vive en ellas. La relación entre la ciudad y su gente es simbiótica, uno depende del otro.
Por esto, no podemos dejar de hacer lo posible para construir la mejor ciudad posible.
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